La Terapia Morfoanalítica fue creada en 1985 por Serge Peyrot, fisioterapeuta y psicoterapeuta francés, como fruto de un largo proceso personal de investigación y experimentación.
Peyrot empezó su andadura profesional tratando a sus pacientes como fisioterapeuta, pero su inquietud y su espíritu investigador le llevó a ampliar sus conocimientos profesionales, formándose con Françoise Mézières, en aquel momento revolucionaria y controvertida fisioterapeuta que defendía la organización en cadenas del sistema muscular y la importancia de tratar a sus pacientes con un trabajo corporal global.
En un principio Serge Peyrot comenzó aplicando la técnica de Mézières junto a otras técnicas de masaje. Durante estos tratamientos, muchos de sus pacientes manifestaban reacciones emocionales intensas, en las que descargaban gran cantidad de energía reprimida. Serge Peyrot se dio cuenta que estas manifestaciones necesitaban ser acogidas, escuchadas y aceptadas sin juicio, respondiendo a ello de forma puramente intuitiva, dejando a un lado las preocupaciones técnicas del fisioterapeuta para acompañar a la persona en su vivencia emocional
En palabras de Serge Peyrot:
“Respetar el ritmo del paciente y estar a su lado sin juicio producía un aumento de dichas manifestaciones. Parecía como si los pacientes entendieran que estaban “autorizados” a vivir estos momentos. Poco a poco las manifestaciones emocionales se revelaron como la expresión de antiguos traumas que de alguna forma estaban guardados en el cuerpo en forma de tensiones musculares.
¡Este trabajo global conseguía liberar al mismo tiempo las crispaciones musculares y el contenido emocional que las había causado!”.
Serge Peyrot vio la necesidad de elaborar a fondo un método terapéutico de acompañamiento emocional psico-corporal para seguir tratando a sus pacientes.
A lo largo de varios años estudió y él mismo se sometió a varias psicoterapias y a diversas técnicas corporales hasta que, gracias al trabajo que hizo con el Dr. Jean Sarkissoff, psiquiatra y psicoanalista suizo creador del Psicoanálisis Activo, Serge Peyrot se convirtió en analista, no entendido como “psicoanalista” sino como “analista psico-corporal”, e integró y adaptó dentro de su cuadro, el trabajo terapéutico a partir de la relación transferencial propulsado por Sarkissoff. Es decir: el análisis sistemático, dentro de la sesión, de todo aquello que en el paciente se despierta en su relación con el terapeuta.
A partir del momento en que Serge Peyrot integra en la misma actuación terapéutica, un trabajo tan objetivo como es el tratamiento corporal global junto al análisis y la elaboración de aquellos elementos, tanto corporales como psico-afectivos y relacionales, que de forma natural y espontánea se expresaban en las sesiones, empieza a definir y a estructurar un nuevo método terapéutico: la Terapia Morfoanalítica.
Esta terapia se sustenta en un robusto cuadro terapéutico que S. Peyrot ha elaborado de forma empírica, o sea, a partir de su experiencia clínica y no sobre teorías e hipótesis mantenidas a priori, en el que se integra la potencia y la profundidad de varias técnicas corporales con la sutileza del análisis psicoanalítico de los contenidos inconscientes, especialmente los procedentes de las etapas más primarias de la vida. Muchas personas no hubieran podido abordar ningún trabajo psicológico de esta profundidad, sin la seguridad y naturalidad que transmite un cuadro corporal bien estructurado.
Es por esta razón que el método morfoanalítico permite acoger y acompañar a una gran variedad de pacientes. Personas que no soportarían terapias exclusivamente verbales descubren que con el apoyo tangible de lo que viven en su cuerpo a partir de su sensorialidad y con el acompañamiento específico que le provee el terapeuta morfoanalista, pueden tener acceso al inconsciente y a su mundo interno poblado de sentimientos, profundización que abre, para ellos, la posibilidad de liberar-se a un mismo tiempo del sufrimiento corporal y del sufrimiento psico-emocional.
La iniciadora del trabajo corporal global fue Françoise Mézières, fisioterapeuta francesa que se interesó muy especialmente por las personas que presentaban una desviación de la columna vertebral: cifosis, lordosis, escoliosis. Los tratamientos clásicos de fisioterapia que se aplicaban en aquel entonces resultaban para Mézières en la mayoría de los casos insuficientes e intuyó que la causa de estas deformaciones no estaba en los huesos sino que su origen era muscular.
Trabajando sobre esta hipótesis, descubrió que los músculos, dentro del sistema muscular, están en relación unos con otros, y que actúan en forma de cadena muscular, respondiendo como un único músculo. La primera y principal de las cadenas que descubrió fue la llamada cadena posterior que va de los músculos de la nuca, hasta los músculos de la planta de los pies pasando por toda la parte posterior del cuerpo. Pero también determinó la existencia de muchos otros grupos de músculos que se organizaban y obraban como cadenas musculares.
Se dio cuenta que, organizado en forma de cadenas, el conjunto del sistema muscular, era el responsable del equilibrio de la postura y que las deformidades corporales, los acortamientos y las asimetrías, eran producidos por un exceso de tensión en el tono muscular.
Para intentar corregir estas desviaciones, desarrolló un método de trabajo corporal en el que se realizara un estiramiento de todas las cadenas musculares de forma sostenida, simultánea y armónica, para que, al equilibrar el tono muscular global, el cuerpo pudiera retornar a sus ejes fisiológicos.
Descubrió la importancia del diafragma, principal músculo responsable de los bloqueos respiratorios, como centro de las retracciones musculares y añadió el trabajo de decrispación diafragmática a los estiramientos globales de las cadenas musculares.
Pero ocurrió algo inesperado. Algunos pacientes durante el trabajo postural al ir desbloqueando sus tensiones musculares, experimentaban otro tipo de desbloqueo que se manifestaba a nivel emocional. Risas, llantos, sentimientos diversos de tristeza, rabia, amor, etc., recuerdos e imágenes aparecían y se expresaban espontáneamente en medio del trabajo corporal.
Para Mézières, este fenómeno era considerado un mal menor del método, un efecto secundario del tratamiento, una reacción de tipo histérico. Cuando a un paciente le sobrevenía alguna reacción de este tipo, simplemente finalizaba la sesión y si esto se repetía muy a menudo, derivaba al paciente a un psicólogo o a un homeópata que pudiera tratarlo.
A Serge Peyrot no le servía la solución de compromiso de Françoise Mézières. Por un lado sentía que los pacientes que manifestaban estas reacciones emocionales espontáneas querían ser tratados en el mismo sitio y con el mismo terapeuta. Por otro lado intuía que más allá de la consideración de ser simples residuos mentales, estos sentimientos y emociones eran la expresión autentica del contenido inconsciente de las retracciones musculares y no debían ser excluidas en un trabajo corporal global.
De forma que, cuando en su práctica clínica, ocurrían este tipo de manifestaciones, Peyrot tomó la opción de no interrumpir la sesión y dejar que los pacientes vivieran profundamente estas emociones y acompañarlos en estos momentos.
Pronto entendió que la liberación de la energía emocional (catarsis) no bastaba para llegar a una cura profunda. Era necesaria también la elaboración de los contenidos inconscientes de estas manifestaciones. ¡Lo que cura verdaderamente es la conciencia!
Sigmud Freud, dejó un legado importantísimo. Por un lado la existencia y la función del inconsciente dentro del psíquico del ser humano y la importancia que tiene el poder “decodificar” sus contenidos en la cura de los traumatismos. Por otro, la afirmación de que los traumas más paralizantes, más graves, se sitúan en los acontecimientos vividos en la infancia. Creó el psicoanálisis como un método sistematizado de acceso al material inconsciente, pero no pudo acompañar a sus pacientes mas allá de donde él mismo había llegado, dejándonos una descripción del ser humano como un ser dominado por instintos y pulsiones de muerte que tendrá que estar controlando toda su vida.
Comprobada la importancia de lo vivido en las más tempranas etapas de la vida, las investigaciones y el pensamiento de las posteriores generaciones de analistas, M.Klein, D.Winnicott entre otros, han ido más allá, poniendo el énfasis en las fases pre verbales, incluso en las fases anteriores a la formación del psiquismo.
El joven Sarkissoff, psiquiatra y psicoanalista suizo, había finalizado su análisis personal pero no se sentía satisfecho, algo fallaba. A raíz de la invitación que le hizo Frederic Leboyer, promotor del nacimiento sin violencia, a presenciar algunos nacimientos que este obstetra francés acompañaba, se dio cuenta de que el niño que llega al mundo y es esperado y recibido con amor y puede restablecer rápidamente el contacto externo con la madre que le ha estado gestando, se muestra absolutamente abierto a la vida. Viendo a estos bebés comprendió que la pulsión de muerte corresponde ya a una vivencia traumática, o sea, a la negación a la vida de un ser que no se siente ni acogido, ni esperado.
Jean Sarkissoff, como psicoanalista se dio cuenta que manteniendo el cuadro ortodoxo (el paciente acostado en el diván y el terapeuta detrás fuera del contacto visual del paciente) no podía acompañar a sus pacientes en el camino de acceso a los núcleos traumáticos más arcaicos para liberarlos y permitir, de esa forma, que el paciente se reconecte al impulso de vida con el que vino al mundo y del cual de forma traumática se desconectó.
Para acceder a estos núcleos tan primarios, sus pacientes necesitaban más apoyo de su parte y no dudó en “hacerse visible” e incluso tocarlos cuando sentía que era necesario, deviniendo un analista activo y corporal.
Serge Peyrot como paciente y posteriormente discípulo de Sarkissoff, encontró en él las bases de análisis que necesitaba para acompañar y analizar las manifestaciones de sus pacientes.