Así mismo va dirigida hacia aquellas personas implicadas en su crecimiento personal e interesadas en realizar una terapia profunda.
El cuadro terapéutico morfoanalítico está cuidadosamente diseñado para que el paciente pueda entrar en contacto con su cuerpo y sus sensaciones y tomar consciencia de sus propios sentimientos y emociones. Dentro de él, el terapeuta, en una actitud de escucha empática, respeta las limitaciones propias de cada paciente y manteniéndose en todo momento en contacto psíquico y físico con él, comprende y acepta todo lo que éste siente y vive. Desde su posición terapéutica, analiza el sentido del síntoma y, cuando llega el momento, ayuda al paciente a tomar conciencia de su significado inconsciente. Sin inducir, respetando el ritmo del paciente, va introduciendo elementos de trabajo corporal, ejercicios de conciencia corporal, trabajo respiratorio, trabajo postural, masaje, etc. encaminados a facilitar el desbloqueo de las tensiones que contraen los tejidos musculares. La liberación de las tensiones corporales, libera simultáneamente aquellos sentimientos y emociones cuyo contenido inconsciente eran su causa. Alternativamente, en el curso de la sesión, se abren espacios verbales que ayudan al paciente a la elaboración e integración de sus vivencias.
Dentro del eje analítico el terapeuta morfoanalista acepta y utiliza los contenidos transferenciales que se despiertan en el paciente en la relación terapéutica, ayudándole a la concienciación y elaboración de los mismos.
Dispone de suficientes herramientas y recursos terapéuticos para adaptar su forma de trabajar, no sólo a la idiosincrasia de cada paciente sino a las vicisitudes que vayan apareciendo durante el proceso terapéutico. La flexibilidad del terapeuta y del propio método ofrece una puerta muy amplia de entrada al tratamiento, permitiendo el acceso a la Terapia Morfoanalítica a personas de muy diversa condición y con síntomas muy diferentes.